!EL PUEBLO TIENE DERECHO A UNA EDUCACION CONTINUA Y DE CALIDAD!
6 DE DICIEMBRE LUNES AMARILLO
VISTE ALGO AMARILLO
JORNADA DE LUCHA NO-VIOLENTA ACTIVA
Organización ocupada en impulsar el Desarrollo Humano , reconocida por su aporte en la transformación de la sociedad; que fomenta la No-Violencia Activa, la participación social y la equidad de genero. (Santo Domingo, Republica Dominicana)
Rincón Familiar
El 25 de Noviembre conmemoramos el Día
El machismo como legado del patriarcado nos ha dejado mucho dolor a todos y a todas, pues tanto hombres como mujeres lo actuamos, pues somos parte de entramado social y nos hemos quedado atrapados en él.
Siempre para esta fecha ponemos el ojo en las mujeres y así ha de ser, pues somos las que perdemos la vida en esta trampa y esta lucha. Más hoy quiero hablar de la trampa del machismo para los hombres.
Indiscutiblemente que el patriarcado da privilegios a los hombres principalmente y sobretodo en el uso del poder y de ahí se abre a todos los demás ámbitos, el campo económico, laboral, social, político, profesional, científico, de las artes y la investigación, cada uno en sus distintas manifestaciones. Solo por el privilegio en el uso del poder es explicable esta preponderancia del hombre sobre la mujer en todas estas áreas del desarrollo.
Ahora bien, dentro de todo esto ¿Qué han perdido los hombres con el machismo? Creo que muchas cosas, en la competencia por ser los mejores, por producir más dinero, por dar una buena imagen, por tener poder, se han perdido a ellos mismos y a las personas que más aman.
En la atrofia emocional que implica este sistema para ellos, en el que está mal visto expresar sus sentimientos de dolor, de miedo, de amor, de indefensión, no se miran, no se conocen, no crecen, no se aman y terminan siendo unos extraños para ellos mismos.
Esto hace que pierdan la salud física además de la emocional, pues por algún lado tiene que salir tanta presión y se enferman, esto explica los accidentes cardiovasculares cada vez a una edad más temprana, las ulceras, las gastritis, las irregularidades intestinales, entre otras. Situaciones que llevan al extremo pues en este sistema les está prohibido también enfermarse y los cuidados necesarios previos a la enfermedad, se los pasan por alto.
Así mismo en su afán por “parecer buenos” y poderosos, por hacer hazañas que todos aplaudan, se arriesgan en actividades en las que pierden la vida, actividades que implican velocidad, enfrentar a otros, probar la fortaleza de su cuerpo, entrar en pleitos ajenos y “dar el pecho” en vez de retirarse y cuidarse.
Han perdido la capacidad de conexión con las necesidades de los otros y las otras, la sensibilidad, la empatía con el dolor ajeno, que implica llorar, entristecerse y acompañar a la persona que está en una situación difícil.
Muchas veces pierden a la mujer que aman por su ausencia emocional.
Han perdido a sus hijos e hijas, la maravilla de verlos crecer, el aprender de ellos y ellas, de estar pendientes de sus alegrías, sus dificultades y sus pequeñas preocupaciones, pues cuando vienen a darse cuenta ya crecieron mientras ellos trabajaban y producían dinero.
En fin si lo miramos, parecería que se pierden de las cosas más importantes y hermosas de la vida.
No tienen tiempo para escuchar, pues no han aprendido más que a hablar, no tienen tiempo de detener su mirada al cielo en una noche de luna, pues aquí abajo están muy ocupados, no miran a las ojos pues el miedo a ser descubiertos les gira la cabeza rápidamente. Y todo esto, escuchar, mirar, sentir, acompañar, compartir, crecer, amar son precisamente las grandes cosas de la vida y ellos tienen capacidad de hacerlo y disfrutarlo, pero el machismo les ha convencido de lo contrario y ellos se han conforman con ser solo la mitad del gran ser humano que pudieran ser.
solangealvarado@yahoo.com
Noviembre 9, 2010
Este cuerpo no nos escucha. Este cuerpo no es quien nosotros recordamos...
Aquel que no siente la presencia de otra vida separada del cuerpo, considere que aunque la muerte haya paralizado al cuerpo, las acciones realizadas siguen actuando y su influencia no se detendrá jamás. Esta cadena de acciones desatadas en vida no puede ser detenida por la muerte. ¡Qué profunda es la meditación en torno a esta verdad, aunque no se comprenda totalmente la transformación de una acción en otra!
Y aquel que siente la presencia de otra vida separada, considere igualmente que la muerte solo ha paralizado al cuerpo; que la mente una vez más se ha liberado triunfalmente y se abre paso hacia la Luz...
Sea cual fuere nuestro parecer, no lloremos los cuerpos. Meditemos más bien en la raíz de nuestras creencias y una suave y silenciosa alegría llegará hasta nosotros...
¡Paz en el corazón, luz en el entendimiento
Una propuesta política para la Nueva Civilización.
Thomas Hirsch
Fuente: Pressenza
Punta de Vacas, 10/31/10
"La política es la única actividad que pareciera regirse por una suerte de pragmatismo que depende casi por completo de las conveniencias coyunturales”.
Hoy nos invitan nuevamente a hablar de política, esta vez como fundamento para una nueva civilización. No está fácil, después de lo que dijimos en aquella oportunidad y sobre todo cuando constatamos que esa crisis se sigue profundizando cada día más.
Sin embargo, queriendo avanzar hacia una nueva civilización, y habiendo hecho de la política nuestra forma de acción humanizadora, intentemos esbozar un lineamiento para esta acción política de cara a esa nueva civilización con la que todos soñamos.
Bien, pero comencemos con una pregunta: Si la dirección que ha tomado el sistema que nos incluye fuese destructiva, como parece indicarnos la experiencia cotidiana, ¿qué podemos hacer para modificarla? Pregunta difícil de responder. Más aún hoy, cuando ese sistema ya no es local sino global: ya no se trata de un país o de una región sino que del mundo entero.
Esta no es la primera vez que el ser humano se encuentra en una encrucijada histórica parecida, esto ha sucedido muchas veces antes. Diferentes civilizaciones fueron reemplazadas, unas por otras. Lo distinto está en que ahora no hay una civilización afuera de la crisis que pueda dar las respuestas necesarias. En un mundo globalizado no hay nadie “afuera” de esa crisis. Entonces, la respuesta no vendrá de afuera, ni tampoco podrá venir de ciertos líderes iluminados que la impongan desde arriba a las poblaciones; en una época de mundialización, la respuesta necesariamente la deberán encontrar los pueblos en su conjunto, como verdaderos protagonistas de la Historia.
Hasta ahora el Ser Humano nunca ha logrado desprenderse del comportamiento agresivo, y las sociedades que ha creado siguen estando marcadas por la violencia. ¿Es posible erradicar la maldición de la violencia desde las sociedades humanas? A la luz de la experiencia histórica, estaríamos tentados a decir que no, que se trata de una esperanza ilusoria. Sin embargo, también es cierto que en distintos momentos han existido personas y causas que alcanzaron sus objetivos sin recorrer el camino de la sangre y la destrucción; ellos nos sirven de modelos o referencias vivas para orientar nuestra acción.
Establezcamos desde ya con claridad que una nueva civilización necesariamente deberá ser una civilización no violenta.
Y un nuevo referente, político o social, diseñado para una nueva civilización, deberá sustentarse en dos pilares fundamentales: poner al ser humano como centro, por encima de cualquier otro valor, y su forma de acción ha de ser no violenta. Además, respecto del método de análisis de la realidad social, es necesario incorporar a la subjetividad humana dentro de los factores relevantes que impulsan cualquier proceso de cambios.
Afirmamos que el principal indicador para medir el éxito de una nueva forma de hacer política ha de ser el retroceso de la violencia, hasta su completa desaparición desde la convivencia social.
Porque, ¿Cómo puede ser posible que unas minorías impongan condiciones francamente desventajosas para el conjunto y esas mayorías ni siquiera intenten oponerse? La respuesta es muy simple: lo que sucede es que no hay real democracia y, en estricto rigor, las mayorías no están decidiendo nada importante.
La democracia se sustenta en el equilibrio de poderes y en el contrapeso que establece una sociedad civil fuerte y organizada para limitar al Estado y al paraestado y controlar su funcionamiento. Cuando un poder queda fuera de control porque no existen contrapoderes que lo regulen, el equilibrio se rompe y el sistema democrático se distorsiona completamente adquiriendo un carácter puramente formal, ya que las decisiones que estaban en manos del pueblo en su conjunto pasan a radicarse en ese poder desbocado en manos de una minoría. Este es el caso del poder económico.
Una dificultad adicional es: ¿Qué contrapeso podemos oponer al totalitarismo del capital financiero para limitar su acción, cuando ni siquiera alcanzamos a percatarnos de su existencia y de su alcance?
El Estado se encuentra desacreditado, debilitado y se ha convertido en dócil instrumento de esta nueva tiranía. Y por otra parte, el tejido social, que era la base del poder de las poblaciones, se encuentra totalmente desintegrado.
Para lograr el urgente propósito de contener al capital financiero es necesario levantar contrapoderes que le arrebaten el dominio absoluto que hoy ejerce, de modo que las sociedades consigan recuperar su soberanía e independencia. En principio, existen sólo dos vías para crear esos contrapesos: por una parte, recuperando la autonomía del Estado a través de la lucha electoral y en segundo lugar, reconstruyendo el tejido social y la organización ciudadana mediante un trabajo intencional en la base, capaz de articular un auténtico movimiento social. Así, el Estado podrá encuadrar al capital mientras que la comunidad organizada encuadrará al Estado, regulando al poder estatal.
Las transformaciones sociales y económicas que se requieren deben orientarse a impedir cualquier forma de concentración de poder. Ese es el gran desafío; eliminar toda forma de concentración de poder. Y en esa dirección apuntan la superación de la democracia representativa por una plebiscitaria, la regionalización efectiva y la empresa de propiedad de sus trabajadores, todas políticas necesarias en una nueva civilización.
Una nueva civilización debería aspirar a construir una nación humana universal, que básicamente consiste en una confederación de naciones, multiétnica, multicultural, multiconfesional; se trata de la convergencia de la diversidad humana. Para que ese nuevo mundo se consolide, se hace urgente y necesario modificar radicalmente el sistema de relaciones sociales y económicas que hoy nos rige. Ha llegado entonces el momento de poner a la economía al servicio del ser humano y no al ser humano al servicio de un orden económico aberrante.
Es muy importante comprender que no se trata de una cuestión de modelos sino que de prioridades. La salud y la educación son necesidades humanas básicas y, como tales, se constituyen en derechos humanos inalienables que deben ser asegurados igualitariamente. La verdadera revolución es, en el fondo, un asunto muy poco vistoso pero profundamente significativo de reordenamiento de prioridades, poniendo a la salud y la educación en el primer lugar. Y por el momento, el Estado parece ser la única entidad que puede asegurarlo, así es que la sociedad debe proveer los recursos necesarios para que cumpla su función sin postergación y con la máxima excelencia.
En lo económico, una nueva civilización deberá tener la forma de una economía mixta en la que el Estado opera, podríamos decir, en consenso con el mercado, estableciendo un nuevo contrato social con los actores privados, entendidos ahora ya no como sectores antagónicos o competidores sino que complementarios y sinérgicos. No estamos propiciando, de ningún modo, un regreso al estatismo sino que proponiendo la construcción de un gran acuerdo público-privado para actuar en convergencia. El Estado puede planificar y coordinar muchas cosas y eso no necesariamente significa centralizar la economía. Se trata de incentivar, de financiar, de premiar lo que conviene y castigar lo que no conviene al conjunto, disolviendo cualquier forma de monopolio.
Debemos ahora reflexionar sobre la cuestión del poder.
Siempre que se habla de democracia, se la asocia obligadamente a la representatividad, como si existiera allí una frontera infranqueable para la imaginación, que pareciera no atreverse a ir más allá de esos límites. Por su parte, la clase política, temerosa de ser desplazada, se encarga de reforzar esa vacilación martillando sin pausas acerca de la imposibilidad de gobernar sin partidos ni representantes. ¿Qué innovaciones seremos capaces de proponer para superar esta dura prueba que enfrenta hoy la democracia?
Cuando los partidos políticos se vinculaban realmente a los pueblos, recogiendo y expresando las distintas sensibilidades colectivas que estaban en juego, entonces tenían legitimidad y reconocimiento social. Pero cuando sólo les interesó el poder, perdieron su autoridad como intérpretes y portavoces de la realidad social, que era su único capital político. Entonces, esos referentes se convirtieron en máquinas electorales productoras de funcionarios públicos y abandonaron el vínculo directo con aquellos pueblos y sus problemas, para optar por una relación intermediada.
En realidad, la democracia recuperará su alma cuando el pueblo vuelva a ser el protagonista. Pero esa energía colectiva va a manifestarse en plenitud sólo cuando dicha participación sea sinónimo de decisión, cosa que se hará efectiva si se ponen en marcha ciertas transformaciones de fondo al sistema democrático orientadas a traspasar a la comunidad organizada niveles de decisión cada vez más altos.
La fórmula de un Estado fuerte y un pueblo débil desembocó en los totalitarismos estatales que aplastaban la libertad a través de la violencia institucional. Un Estado débil y un pueblo débil han generado un vacío de poder que permitió la irrupción de un ilegítimo estado paralelo en manos del poder financiero internacional, el que mantiene “secuestradas” a las sociedades mediante la imposición de condiciones de violencia económica generalizada. Un Estado y un pueblo fuertes podrían establecer entre ellos un equilibrio dinámico de poderes. Pero, en la medida en que las comunidades adecuadamente coordinadas vayan aumentando su poder real, el dominio estatal disminuirá proporcionalmente y la organización colectiva se irá acercando cada vez más al ideal de una democracia directa. Y cuando los pueblos sean capaces de tomar todas las decisiones respecto de aquello que los incluye directamente, entonces la libertad dejará de ser una mera palabra para convertirse en realidad social, largamente anhelada y duramente conquistada.
Si antes se pretendió, erradamente, hacer la revolución prescindiendo de la conciencia humana, hoy la revolución es, antes que nada, un acto de conciencia. Las comunidades se verán enfrentadas al desafío de crear nuevas formas de organización en la base social. Será necesario encontrar un nuevo tipo de organización, mucho más flexible y capaz de responder dinámicamente a los esfuerzos que le exigirá la situación de inestabilidad social generalizada. Estamos seguros de que esas nuevas orgánicas estarán muy lejos de la morfología piramidal y jerárquica tan propia de esta prehistoria que queremos abandonar y superar. Entonces, las relaciones verticales de subordinación serán reemplazadas por una red de vínculos de coordinación entre funciones diversas, sin un centro manifiesto del cual, más de alguno, pudiera querer apoderarse para gobernar a todo el conjunto.
Proponemos avanzar hacia modos de autogestión popular que impidan, desde su génesis, cualquier forma de dominación. El cambio verdadero no es el reemplazo de un poderoso por otro, de un dominador por otro, sino la total ausencia de poderosos y la superación definitiva de un orden social que implique dominadores y dominados.
Los humanistas siempre hemos tenido especial cuidado en considerar al poder político sólo como un medio más —en ningún caso el único, ni siquiera el más importante— para llevar adelante una revolución que, entre otras cosas, aspira a desarticular para siempre la relación perversa entre poder y violencia a través de formas de acción y de lucha no-violentas.
Una revolución social humanista se caracteriza, básicamente, por una reorientación de todo el sistema, de la acumulación a la distribución. En una sociedad auténticamente humana el empeño estará puesto en mejorar radicalmente las condiciones de vida de los pueblos por encima de cualquier otro interés. Una revolución política significa básicamente la desconcentración del poder.
De acuerdo con nuestra concepción, esas verdaderas redes intencionales que son los conjuntos humanos no requieren de ninguna conducción ni estimulación externas a su propia iniciativa, sino que de una adecuada coordinación. Es importante que se entienda bien la diferencia: si consideramos a los seres humanos como conciencias activas, que no sólo reflejan el mundo sino que están siempre en situación de transformarlo, entonces se vuelve por completo ilegítimo interferir en ese proceso desde afuera porque lo que está en juego es la misma libertad humana.
Entonces proponemos avanzar hacia un Estado coordinador, facilitador. Este rol activo pero no coercitivo del Estado, no tiene nada que ver con esa suerte de ausencia o parálisis estatal que propugna el neoliberalismo, sobre todo porque no se produce ningún vacío de poder, al estar éste íntegramente radicado en la comunidad organizada.
De aquí en adelante, todo el tema ha de ser la reorganización de la base social, de modo que la potestad allí encarnada pueda manifestarse con todo su potencial. Sospechamos, con esperanza y entusiasmo, que serán las nuevas generaciones que aparecen ya en el horizonte, las que llevarán adelante este desafío, que no es otro que el de la superación del sufrimiento que hoy afecta a millones, para avanzar hacia la tan anhelada Nación Humana Universal.
Tomás Hirsch, vive en Santiago de Chile, es miembro del equipo promotor del Partido Humanista Internacional. Fue vocero del Nuevo Humanismo para Latinoamérica y anteriormente, en 2005, candidato presidencial por el Humanismo y la izquierda chilena.
------------------------------------------------------------ ------------------------------ ------------------------------ ------ Maria Jose FriasPta. de la Cruz Blanca Humanista InternacionalSede actual : Miguel M. Castillo y F. BasilisJarabacoa, Republica DominicanaTE. 809-574-4430 /829-742-8181Facebook: Cruz Blanca Humanista Internacional
Fernando A. García. Buenos Aires, 10 de agosto de 2010. Charla dada el sábado 14 de agosto de 2010 en el local Rebelión Humanista (La Comunidad para el Desarrollo Humano), Frías 262, Buenos Aires.
Manipular: Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares. (Diccionario de la R.A.E.)
La manipulación es una de las formas que asume la violencia: es al menos violencia psicológica. Esto es así porque la manipulación presupone –como veremos- una cosificación de los otros, un intento de apropiación del todo por una parte de este, de concentración desproporcionada de poder decisorio, etc. La manipulación es intrínseca al sistema deshumanizante y violento, es parte de su modus operandi como lo son la censura, la represión, la discriminación, etc. Por lo tanto, esta se encuentra arraigada en el paisaje de formación de muchos, que se resignan a ser tanto víctimas como victimarios de la manipulación.
El manipulador es básicamente un cosificador: alguien que trata de usarnos como prótesis de su intención, controlando nuestra manera de pensar, de sentir o de actuar, según convenga a sus intereses. Dichos intereses son los personales, o bien los de la facción a la que pertenece. El manipulador puede hacer un uso retórico del interés conjunto, pero lo hace para manipular y porque asimila en mala fe el interés conjunto al interés propio o de parte.
Al manipulador no le interesa nuestra subjetividad, nuestra intencionalidad, sino sólo en función de operar sobre ella para que hagamos lo que él desea y a pesar de lo que nosotros deseemos. Aparentemente demuestra interés por nuestra opinión, pero sólo para descalificarla o buscar cómo usarla a su favor.
El manipulador puede mostrarse bondadoso y amable, pero es sólo una táctica para hacer que bajemos nuestras defensas y hacernos así más vulnerables a su manipulación.
Es claro que el manipulador es también un pragmático al que sólo le interesa lograr su objetivo, para lo cual se sirve de otros cuya intención desestima. Como pragmático, el manipulador se mueve por intereses y no por principios éticos. Su fin justifica los medios que usa.
El manipulador tiene muchas astucias y trucos. Una de ellas es el uso de la mentira.
Miente cuando lo que dice no se corresponde con los hechos, según él los entiende. O sea, piensa o sabe una cosa, pero dice otra.
Miente cuando oculta selectivamente la información que no conviene a su caso, en todo o en parte. O sea, de todo lo que piensa o sabe, sólo presenta la parte que le conviene o bien omite la información completamente.
El manipulador es un hipócrita y un farsante, ya que siempre esconde su verdadera cara y sus verdaderas intenciones que no son las que proclama.
El manipulador tiende a instalar y controlar monopolios ideológicos y organizativos, de manera que toda opinión y acción pasen por su filtro. Para ello es importante para el manipulador dificultar o bloquear el acceso indiscriminado a las fuentes fidedignas de información, ya que el libre acceso a ellas disminuye su poder sobre los demás. Tampoco ve con buenos ojos la libre comunicación, contacto e intercambio entre todos. Al manipulador conviene el oscurantismo, el cerco mental que impide el cotejo, el juicio crítico, la opinión informada, etc.
La descentralización no ofrece punto de apoyo para la manipulación. Para manipular a un conjunto, el manipulador necesita lograr que exista algún tipo de centralización. Si no existe, apuntará a crearla; si existe, apuntará a controlarla.
Para lograr el monopolio, el manipulador a menudo se erige de manera inconsulta en mediador, portavoz, representante, y similares funciones con respecto a otros. Es ávido por tomar toda función pública o conjunta que le de poder, buscando concentrar varias funciones en su persona. De esta manera se reviste de atributos que le dan más autoridad y figuración. Se arroga un poder y un derecho que retóricamente está al servicio de todos, pero que de hecho maneja según su parecer y no comparte.
Por lo tanto, el manipulador también nos trata de desinformar. No sólo lo hace cuando la información que nos provee es insuficiente o cuando la omite, sino también cuando la información que nos provee es una mezcla confusa de datos fehacientes y datos falsos. De esta manera nuestro juicio acerca de lo que está en juego se hace muy difícil o imposible.
Algo similar ocurre cuando nos provee información que, aunque fidedigna, es irrelevante o secundaria. De esta manera intenta que nuestra atención se enfoque en la información equivocada, desviando así nuestro juicio hacia conclusiones erróneas.
De modo que el manipulador siempre está atento a manejar la circulación de información. Es un censor que abrirá o cerrará las válvulas de la información, de manera que los demás se enteren sólo de aquello que conviene al manipulador.
El manipulador también hace uso de las copresencias. Hace uso de cierta información (en forma de imágenes o palabras) sabiendo que mueve en nosotros asociaciones grabadas en nuestra memoria, asociaciones que mueven pensamientos, recuerdos, emociones, etc. que convienen a su discurso manipulador. En su boca, y por ejemplo, las palabras “dios”, “patria”, “familia”, etc. apuntan a asociar falsamente los mejores sentimientos de los otros a los propios designios.
Pero no sólo hace uso de información, sino también de gestos, poses, actitudes, tonos de voz, miradas, etc. que dotan a su discurso de connotaciones, de copresencias, que nuestra atención capta como un doble mensaje de manera presente o copresente. Así, el manipulador siempre podrá negar que haya dicho algo: por cierto, lo dio a entender, pero no lo dijo.
Otra marca distintiva del manipulador es que nada en él es un “dar” desinteresado, sino un cálculo de “recibir”, aunque mencione en vano términos tales como “amor”, “solidaridad”, “generosidad”, etc.
El manipulador hace uso de la extorsión. Para obligarnos a actuar en algún sentido, ejerce presión sobre nosotros mediante algún tipo de amenaza encubierta o no. En su discurso recurre al clásico juego de la recompensa y el castigo para obligarnos en el sentido que le conviene.
El manipulador, cuando es necesario, se apoya en otros para darle peso a su opinión. A veces le basta dar a entender que alguien por quien tenemos gran respeto y estima está de acuerdo con su discurso y lo avala. Otras veces nos da a entender que su posición es compartida por otros, por lo que la nuestra es minoritaria, y esto haría que supuestamente su razón fuera más válida que la nuestra. Esta es una muestra del uso que hace de una lógica falseada para manipularnos.
Por ejemplo, nos sugiere arteramente que dadas las premisas A y B (que son datos verdaderos) de su silogismo, la consecuencia “lógica” es D (que es falso). O sea, no son falsas las premisas de su discurso, sino las conclusiones que deriva de ellas y que nos presenta como “razonamientos indudables”. Así, dispone su razonamiento falaz de manera engañosa y fraudulenta, aprovechando nuestra distracción, ignorancia o confusión. En ese ejercicio de una lógica falseada, recurrirá a desproporcionar lo que compara, ofrecerá supuestas “pruebas” amañadas, atribuirá falsamente intenciones a otros, producirá mezclas de planos lógicos y saltos de puntos de vista, hará afirmaciones indemostrables, etc.
Cuando no puede fundamentar su postura o bien contrarrestar la ajena, recurre a trucos como, por ejemplo, degradar la personalidad (no las razones) de quienes sostienen la postura contraria. Según sea el caso y la conveniencia del momento, apelará a la demagogia y al populismo fáciles, o bien se refugiará en un elitismo exclusivista que marca distancias.
Cuando es necesario debilitar o desarmar las opiniones opuestas a la suya, el manipulador recurre a relativizar el punto de vista ajeno. Cuando es necesario afirmar la propia opinión, su interpretación y postura toman un carácter categórico y absoluto que descarta toda otra opinión.
El manipulador hace pie en las necesidades, los miedos y demás debilidades de los demás, promoviendo siempre la dependencia sicológica con respecto a él. Su empatía con los demás no está basada en advertir y favorecer lo mejor del otro, sino en una actitud predatoria que advierte en los demás los puntos débiles sobre los que ejercer presión. La falta de oposición de los demás, por los motivos que fuere, favorece al manipulador.
El manipulador cuida su imagen pública de modo que ésta siempre esté asociada a atributos que le permitan manipular más y mejor. Según el caso, tratará siempre de quedar asociado a personajes y eventos importantes, haciendo así que su imagen crezca por los atributos transferidos gracias a su proximidad con ellos. Busca los lugares prominentes, los micrófonos, los reflectores, las fotografías y las tomas de video en primer plano: en definitiva, la figuración y el protagonismo. En todo lo que hace y dice el “yo” está muy presente y próspero.
El manipulador nos da siempre a entender que necesitamos de su opinión y aprobación. Los éxitos se deben a su intervención y los fracasos a la falta de ella. Todo lo que no pasa por su control es desestimado como irrelevante o negativo. Siempre habla con el aire de “autoridad moral”, la de aquel que aprueba o desaprueba lo que otros hacen, autorizando o desautorizando, con crítica velada o desembozada. Su tono es a veces condescendiente y paternalista, como afirmación de su superioridad y como modo de emplazar a los demás por debajo de él. Con esto trata de crearse un aura de “orientador” o “autoridad”, aunque tal pretensión no se corresponda con su capacidad demostrada.
El manipulador siempre hace cálculos políticos en términos similares a los de “aliados”, “adversarios” e “idiotas útiles”. Siempre se rodea de algunos obsecuentes, entre quienes se destacan los aspirantes a manipuladores o de segundo orden. La relación con ellos es frágil e inestable, ya que el aglutinante que los une es la conveniencia que varía según las circunstancias. Entre ellos, la palabra “amistad” tiene sólo un sentido utilitario.
Obviamente, no todos los manipuladores reúnen en si mismos todas las características antes descritas. Si bien hay buenos manipuladores, también los hay torpes y ridículos. Los hay que apuntan a manipulaciones mayores y los que sólo manipulan cuestiones menores. Está el manipulador permanente, pero la mayoría son manipuladores inconstantes u ocasionales. Aunque destaquemos al manipulador desembozado, también está aquel que actúa en las sombras y entre bambalinas.
El manipulador prospera en momentos de desinteligencia conjunta, de incertidumbre y confusión de referencias, de merma de la inteligencia, de debilidad, etc. Por el contrario, el manipulador detesta la descentralización del poder, el libre acceso de todos a las fuentes de información, la capacidad auto-organizativa de los conjuntos, las referencias claras y precisas, etc.
La dirección mental del manipulador es divergente ya que apunta a influir sobre el conjunto en función del interés personal o de una parte de él. O sea, él impulsa un proyecto personal y no el proyecto de conjunto, aunque eso declare. Busca manipular el proyecto conjunto para que sirva a sus intereses personales o de parte, y no supeditar lo personal al interés conjunto.
El gran error del manipulador es su cortedad de visión, su falta de verdadera inteligencia que confunde con astucia. Su desprecio por la subjetividad de los demás es su propia trampa. La conciencia del ser humano no es pasiva, sino que es una estructura evolutiva intencional que tiende cada vez a una mayor libertad. Todo retraso de tal proceso de liberación creciente es sólo provisorio. De manera que la manipulación y todo aquello que vaya en dirección contraria no puede sino tener vida corta y un éxito provisorio. Quien va contra la evolución de las cosas, va contra sí mismo. Así el manipulador se convierte, por su propia intención, en la primera y la última víctima de su manipulación.
Fernando A. García. Buenos Aires, 10 de agosto de 2010.